Se encuentra en el estado mexicano de Hidalgo, mide 48 kilómetros (el de Segovia tiene una longitud de 16) y su ideólogo fue un fraile originario de la provincia de Toledo. El acueducto es patrimonio de la Humanidad desde 2015.
Los españoles no somos buenos en marketing. O, seamos algo más amables con nosotros mismo, progresamos adecuadamente, pero necesitamos mejorar. Comparen lo expertos en marketing que son los italianos y los franceses. Solo hay que ver que mucho del aceite que se vende como italiano tiene origen español. Así las cosas, nuestra capacidad para defender la valía de nuestros productos o hazañas diversas es claramente mejorable…

Es cierto que esto va cambiando poco a poco, pero queda mucho por hacer: tenemos que ponernos más en valor sobre todo porque cuando se echa mano de hemerotecas, descubrimos grandes gestas con sello español.
En el caso que nos atañe vamos a hablar del que es el acueducto más grande de América. Se llama acueducto del Padre Tembleque, está en el estado de Hidalgo, en México y sí, como han podido intuir, tiene sello español: su ideólogo y constructor fue fray Francisco de Tembleque, originario de Toledo, quien llegó a la Nueva España en 1542.
Se tardó en construir solo 17 años
El acueducto de Tembleque es una obra apabullante de 48 kilómetros de longitud (por contextualizar, el de Segovia mide algo más de 16 kilómetros), que se alza altivo en un paisaje agreste entre las poblaciones de Zempoala y Otumba. Sus obras se iniciaron en 1553 y acabaron únicamente 17 años después, en 1570.
El fraile franciscano se percató pronto de la necesidad de agua en este entorno y se planteó una obra que en un principio parecía una quimera: hacer llegar agua desde los manantiales del cerro de Tecajete (en el estado de Hidalgo) hasta Otumba, en el estado de México, era casi fantasioso a mediados del siglo XVI. Entre ambas localidades había ríos, barrancos y decenas de kilómetros de terreno agreste…
Y sin embargo, tan solo 17 años después se alzaba un hermoso acueducto con un arco mayor de casi 40 metros (el arco más alto construido desde la época romana).
La altura impacta, pero lo que no se ve es aún más impactante: cerca del 95% de la construcción es subterránea, con una profundidad que va desde centímetros hasta 6 metros. Toda una obra de ingeniería. El complejo está constituido por una zona de captación de aguas y fuentes, una red de canales, depósitos y una serie de puentes-acueductos y es la obra de ingeniería hidráulica más importante realizada durante el imperio español en todo el continente americano.

Además, los métodos utilizados en su construcción testimonian de la doble influencia de los conocimientos europeos en materia de sistemas hidráulicos y de las técnicas tradicionales mesoamericanas de uso de cimbras de adobe.

El responsable de su restauración es otro español
Curiosamente y cuando hay que hay que hacer restauraciones de este monumento que es Patrimonio de la Humanidad desde 2015, entra en juego otro español, en este caso un ingeniero bilbaíno afincado en México. Antonio Mateo Linaza ejerce de Tesorero del Patronato del Acueducto Tembleque y desde 2009 ha realizado proyectos y obras de restauración en el mismo, con todas las complejidades que supone intervenir en una obra de estas características:
«En las restauraciones hacemos una argamasa con cal apagada en artesas hechas por nosotros. El proceso puede durar hasta seis meses para producir la pasta adecuada y poder trabajar mezclándola con arena de tezontle, normalmente roja que es ceniza volcánica, muy abundante en la zona y baba de nopal. También hecha por nosotros», cuenta.

El ingeniero comenta que una de las mayores dificultades que encuentran a la hora de iniciar una restauración es la de conseguir los materiales y también, la mano de obra técnica: «Hemos tenido que capacitar a los operarios para que puedan trabajarlo», finaliza.