De todos los lagos europeos, el lago Constanza —Bodensee, en alemán— es uno de los más fascinantes. Alimentado por el río Rin y compartido por Alemania, Suiza y Austria, deslumbra por su belleza paisajística y su riqueza cultural. Con sus orillas salpicadas de pueblos con encanto, rutas ciclistas, viñedos y jardines, es un destino perfecto para descubrir sin prisas.
El lago toma su nombre de la ciudad de Constanza (Konstanz) y tiene unas dimensiones imponentes: 65 km de largo por 15 de ancho. Se trata, en realidad, de un ensanchamiento del Rin, formado por un antiguo glaciar cuyas aguas fueron ocupando el terreno tras la retirada del hielo.
La vuelta al lago puede hacerse de varias formas. Por ejemplo, en coche, la opción más cómoda si se tiene prisa. Si se dispone de tiempo, se puede hacer a pie, ya que existen numerosos senderos, aunque requiere varias etapas. Quizás lo más romántico sea recorrerlo en los transbordadores que conectan las dos orillas del lago en la parte alemana, así como Alemania con Suiza y viceversa. Es una opción muy cómoda y gratificante, aunque limitada a los destinos con puerto.

Otra posibilidad curiosa es sobrevolarlo en un zepelín. En Constanza nació el inventor Ferdinand von Zeppelin, y en Friedrichshafen se halla un museo dedicado a él, donde se conservan restos del zepelín Hindenburg, que se accidentó en Nueva York en 1937 tras cruzar el Atlántico. Aquel accidente marcó el final de los dirigibles como medio de transporte. Hoy, desde Friedrichshafen despegan modernos dirigibles de alta tecnología, más pequeños, no inflamables, silenciosos y lentos, para ofrecer a los turistas una visión sin igual del lago y los Alpes.

Desde luego, también es posible circunvalar el lago en bicicleta, gracias a la llanura circundante y a los caminos especialmente acondicionados. La ruta por la orilla alemana tiene unos cien kilómetros y es ideal para hacer en familia, en cuatro o cinco etapas, según las necesidades de cada uno. Los ciclistas descubrirán un recorrido entre viñedos, campos de manzanos, bosques, humedales, ciudades con encanto y playas, donde podrán refrescarse si viajan en verano. Puede hacerse en solitario o en compañía, con ayuda de la Asociación Bodensee-Radweg, que proporciona información sobre alojamientos, alquiler de bicicletas, etc.

Constanza: la ciudad del concilio
Nuestra ruta comienza en sentido horario, en Constanza, la ciudad que da nombre al lago, situada en el extremo de una península que penetra en el lago formando dos brazos: el Überlingersee —con ambas orillas alemanas— y el Untersee, compartido con Suiza.

Constanza fue famosa en el siglo XV por el concilio que llevó su nombre. Se salvó de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial gracias a su cercanía con Suiza, conservando intacto su casco histórico.
Junto al espigón del puerto, rodeado de un parque con árboles centenarios, se alza la escultura giratoria de “Imperia”, que representa a una meretriz enriquecida durante el concilio. Sostiene en sus manos las figuras del papa Martín V y del emperador Segismundo. Cerca de allí, un monumento homenajea a Zeppelin, nacido en la ciudad. El Rin divide a Constanza en dos partes, haciendo de ella una ciudad fluvial.

Un paseo por su casco viejo revela la catedral (münster), de estilos románico, gótico y barroco. En su plaza, una pirámide de cristal protege restos romanos del siglo III. Las calles peatonales permiten descubrir rincones como las torres Rheintorturm y Pulverturm, el Ayuntamiento (rathaus) y el edificio del Concilio (Konzilgebäude).
La isla de Mainau y sus mariposas voladoras
A ambos lados de la península de Constanza hay dos islas accesibles por carretera. La primera, Reichenau, a 11 km, es Patrimonio Mundial de la Humanidad por sus tres iglesias medievales. La otra, Mainau, es una de las más visitadas de Alemania gracias a sus jardines, su palacio barroco, una cascada, un pequeño zoológico y, sobre todo, la Schmetterlingshaus, donde miles de mariposas revolotean entre la vegetación y se posan sobre los visitantes.

Siguiendo la ruta por el Überlingersee, y si se viaja con niños, puede tomarse en Wallhausen un transbordador a Überlingen para evitar rodear toda la ensenada. Esta ciudad, completamente volcada hacia el lago, tiene un marcado aire mediterráneo. Su paseo atrae tanto a locales como a turistas. La iglesia de San Nicolás, la más grande del lago, y el Antiguo Ayuntamiento (Altes Rathaus) son lugares perfectos para hacer noche y descansar.


Con nuevas fuerzas, se sigue hacia el sur. En Birnau se encuentra la Wallfahrtskirche (iglesia de los Peregrinos), construida sobre una colina con vistas al lago, ideal para descansar un rato mientras disfrutamos de una excelente panorámica. Su fachada rematada por una torre afilada oculta un interior rococó deslumbrante. Más al sur aparecen palafitos (pfahlbauten) que ilustran cómo vivían los antiguos habitantes del lago en la Edad de Piedra.

La siguiente parada es Meersburg, con sus casas de entramado de madera al abrigo del Altes Schloss, considerado el castillo habitado más antiguo de Alemania, y el Neues Schloss, antigua residencia de los príncipes-obispos de la región. Centro histórico del comercio vinícola del lago, alberga el Vineum-Bodensee, ideal para los aficionados al vino. Desde aquí puede tomarse un transbordador de regreso a Constanza. Si se hace al atardecer, la imagen del castillo elevándose sobre la ciudad parece de película.

El león de Lindau
Quienes sigan pedaleando llegarán a Friedrichshafen. Allí, el Museo Zeppelin permite comprender la historia de estos dirigibles, cuyo primer vuelo se realizó desde esta ciudad en 1900.

El circuito se cierra tras pasar por Wasserburg, cuya iglesia coronada por una cúpula bulbosa le da un aire oriental. Finalmente, se alcanza Lindau, última etapa alemana y final de la Ruta Alemana de los Alpes. Su acogedor puerto circular está flanqueado por un faro del siglo XIX, desde el que se obtienen vistas al lago y los Alpes, y por un león sedente de mármol, símbolo de la ciudad.

Perderse por las calles de Lindau es imprescindible. Su Altes Rathaus, del siglo XV, luce un fresco que representa la visita del emperador Maximiliano I.


Tras esta maravillosa travesía por la orilla alemana del lago Constanza, queda claro que es un recorrido para recordar siempre.
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