La provincia de Álava reúne en su territorio comarcas de apreciados vinos, hermosos parajes naturales, un patrimonio único de valor incalculable y, sobre todo, una larga lista de experiencias inolvidables.
Hace más de 4.000 años, a medio camino entre las actuales localidades de Laguardia y Elvillar, los antiguos pobladores de estas tierras levantaron un monumento megalítico para enterrar colectivamente a sus muertos: el dolmen Chabola de la hechicera. Ya en aquellos tiempos prehistóricos, los antiguos habitantes de la región consideraban que este suelo era especial, sagrado, y basta echar un vistazo al paisaje circundante para entender porqué: a un lado, como un muro gigantesco, se levantan las imponentes cimas de la Sierra de Cantabria, en las que las nubes y la niebla se enroscan, como si temieran avanzar más allá; al otro lado discurren las aguas del Ebro, el otro elemento que contribuye a generar un microclima especial. Si a lo anterior le añadimos una tierra dura, áspera y poco amable, que obliga a las viñas a hacerse fuertes y resistentes, el resultado es uno de los mejores vinos de la Península, el que desde hace siglos se elabora en Rioja Alavesa, y que goza de prestigio internacional.
No es de extrañar, por tanto, que la comarca haya dado lugar a decenas de bodegas de prestigio, algunas de ellas icónicas –tanto por sus vinos como por la espectacularidad de su arquitectura–, convirtiéndose en uno de los destinos enoturísticos más destacados del país. De hecho, esta riqueza vitivinícola ha dado lugar a la creación de la llamada Ruta del Vino de la Rioja Alavesa, una iniciativa de la que forman parte hasta 140 establecimientos, incluyendo bodegas, restaurantes, hoteles, vinotecas y museos, todos girando en torno a unos vinos que muchos consideran están entre los mejores del mundo.
En Laguardia, capital de la comarca, hay varios “templos” del vino que obligan al viajero a hacer una inevitable parada en el camino. Uno de ellos es Ysios, una bodega cuyo edificio de formas ondulantes diseñó el prestigioso arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Desde el año 2001, el recinto, construido en hormigón, madera y aluminio, se integra de forma armoniosa con el paisaje y busca evocar las líneas de una hilera de barricas al duplicar su imagen, reflejada en los estanques que rodean a la construcción. Además de las habituales visitas guiadas a sus viñedos y a la sala de barricas, la bodega ofrece un programa de catas de sus alabados riojas de uva tempranillo y la posibilidad de unirse a su club privado para disfrutar en exclusiva de algunas de sus instalaciones.
En la misma localidad encontramos la bodega Solar de Samaniego, que en este caso apuesta por un llamativo maridaje entre enogastronomía, literatura y arte. Nada más penetrar en las instalaciones, el visitante descubre varias ilustraciones realizadas por el célebre Mingote, un pequeño adelanto de la singular fusión de arte, vino y gastronomía que ofrece esta bodega. Bajo el sugerente nombre de “Beber entre líneas”, la bodega ofrece durante todo el año una sabrosa oferta gastronómica que rinde homenaje a algunas de las firmas más sobresalientes de la literatura universal (como Virginia Woolf, Quevedo o Alejandro Dumas) a través de platos cuya creación se inspira en distintas creaciones literarias. Todo ello, como no, acompañado de algunos de sus vinos más preciados.
Las instalaciones cuentan con otro hito de interés para los amantes del arte: las gigantescas pinturas murales fotorrealistas realizadas por el artista australiano Guido van Helten, que decoran antiguos depósitos de hormigón con retratos de distintos trabajadores de la bodega de las últimas décadas.
La cercana localidad de Elciego es otra de las paradas imprescindibles para los amantes del vino en la Rioja Alavesa. Con una larga tradición vitivinícola que se remonta al siglo XVI, y que hoy sigue más viva que nunca, la localidad cuenta con una larga lista de bodegas, entre las que destaca sin lugar a dudas la de Marqués de Riscal.
Además de haber puesto en marcha el ambicioso proyecto de la Ciudad del Vino, que cuenta con didácticos espacios expositivos, visitas guiadas y catas, su “joya de la corona” es el Hotel Marqués de Riscal (A Luxury Collection), un establecimiento de lujo gestionado por la cadena Marriot International, cuyo edificio –diseñado por el prestigioso arquitecto Frank Gehry– se ha convertido ya en un auténtico icono de la Rioja Alavesa y sus apreciados vinos.
Aunque sea el rincón más conocido por los amantes del enoturismo, la Rioja Alavesa no es el único lugar de la provincia que permite disfrutar de la tradición vitivinícola. En el norte de Álava, varias bodegas del valle de Ayala han dedicado buena parte de sus esfuerzos a producir otro vino –en este caso blanco, ligero y de cierta acidez–, el tradicional txakoli. Una de estas bodegas es Astobiza, en Okondo, primera bodega referente de vinos de guarda de la D.O. Txakoli de Álava, en la que se pueden realizar amenas visitas guiadas que incluyen, como no, cata y degustación de productos locales.
Un viaje por la historia y el patrimonio
Pero la provincia de Álava no es sólo sinónimo de apreciados vinos y prestigiosas bodegas: también ofrece la posibilidad de realizar un apasionante viaje por el arte y la historia gracias a su valioso y abundante patrimonio histórico-artístico. En Laguardia, por ejemplo, una encantadora localidad de alma medieval que muchos no dudan en comparar con un pueblecito de la toscana italiana, se conserva un auténtico tesoro del arte medieval: el pórtico gótico de la iglesia de Santa María de los Reyes. Construido a finales del siglo XIV, sus llamativas arquivoltas, bellamente decoradas con esculturas de la Virgen, los apóstoles, profetas y ángeles, suponen una de las manifestaciones de arte gótico más bellas de la Península gracias a su policromía, que se conserva casi en su totalidad.
Durante nuestro paseo por la localidad hay que hacer también una parada en su plaza Mayor, un hermoso espacio en el que se levantan los edificios del antiguo Ayuntamiento (de estilo renacentista) y el nuevo (siglo XIX). Este último recinto oculta una sorpresa que merece la pena descubrir: cuatro veces al día, varios autómatas salen del reloj carrillón para anunciar las horas mientras danzan al ritmo de un animado pasacalle. Aunque Laguardia conserva una atmósfera indudablemente medieval, sus orígenes son mucho más antiguos, como demuestra la existencia del estanque celtibérico de la Barbacana. Este espacio, descubierto a finales de los años 90, tiene una antigüedad de unos 2.100 años, y puede presumir de ser el mayor estanque de la Edad del Hierro de toda Europa.
También a época prehistórica nos traslada el dolmen Chabola la Hechicera, que ya mencionábamos al principio. Ubicado cerca de Elvillar, este dolmen es quizá el más vistoso de la comarca, pero no el único, pues existen otros siete que también se pueden visitar siguiendo una hermosa ruta que nos conduce directamente a tiempos prehistóricos.
De vuelta a la época medieval, y ya en otros puntos de la provincia, Álava también ofrece un buen número de ejemplos de castillos y fortalezas, reflejo de su pasado como tierra de frontera, a menudo disputada por los reinos de Castilla y Navarra. Uno de los más vistosos y mejor conservado es el de Portilla (levantado sobre un cerro en la localidad que le da nombre), pero también destaca el que construyeron en las tierras de Lanos, en Ocio, desde el cual sus defensores vigilaban y controlaban todo el valle del Inglares.
También destaca por su robusta silueta y su magnífico estado de conservación la llamada Torre de los Varona, un palacio-fortaleza que sigue habitado por descendientes de la familia desde el siglo XII. La torre que podemos contemplar hoy se remonta al siglo XIV, mientras que el palacio es de un siglo más tarde, construido en estilo gótico-renacentista. El recinto, declarado Monumento Nacional y Conjunto Histórico Artístico, permite la visita a su interior, donde se puede descubrir distintos objetos y mobiliario de los siglos XV al XX.
Tampoco faltan notables ejemplos de arte románico, pues Álava suma nada menos que 240 iglesias y ermitas construidas en este estilo repartidas por toda la provincia, y que constituyen la mayor colección de todo Euskadi. Entre los ejemplos más destacables descubrimos el santuario de Nuestra Señora de Estibaliz (no muy lejos de Argandoña) y la basílica de San Prudencio de Armentia, en las cercanías de Vitoria. Estibaliz brilla con la belleza de sus capiteles interiores, pero sobre todo por su espectacular Puerta Speciosa (Puerta Preciosa), que debe su merecido nombre a la delicada decoración que la adorna, compuesta por filigranas vegetales, figuras del bestiario –como un centauro hiriendo con sus flechas a una sirena– o un sobresaliente pantócrator. Muy cerca del santuario hay que visitar también el Centro de Interpretación del Románico de Álava, el lugar perfecto para comprender todos los secretos de este bellísimo estilo artístico, todavía rodeado de innumerables enigmas.
En cuanto a la basílica de San Prudencio y San Andrés de Armentia, este templo del siglo XII –aunque con importantes modificaciones posteriores– destaca especialmente por los relieves de su pórtico, y en especial las representaciones del Santo Entierro, la Anunciación o el Caballero Victorioso.
Y si hablamos de arte y museos, no puede faltar tampoco una escapada a la villa medieval de Artziniega, en la comarca de la Cuadrilla de Ayala, donde se puede visitar un interesante y didáctico Museo Etnográfico que permite descubrir cómo era la vida en la región hasta hace no muchas décadas; también allí es posible conocer una muestra de la obra de Xabier Santxotena, discípulo de Jorge de Oteiza, en el taller-museo que lleva su nombre.
Naturaleza y turismo activo
Álava es también un auténtico paraíso para los amantes de la naturaleza y la vida y el turismo activo. No sólo cuenta con paisajes espectaculares –no en vano suma hasta cinco parques naturales–, sino que también posee una interminable oferta de actividades para practicar distintos deportes en un entorno paisajístico y natural envidiable: cuenta con más de 1.000 km de itinerarios verdes, senderos de gran recorrido como el GR-38 (la Ruta del vuno y el pescado), vías de peregrinación (como varios tramos del Camino de Santiago o el Camino Ignaciano), además de centros de BTT –bicicleta de montaña–, como los de Izki Montaña Alavesa y Velderejo Añana, con rutas para todos los niveles. Los más aventureros pueden satisfacer sus ansias de adrenalina recorriendo vías ferratas de vértigo, como la de Sobrón, y tampoco faltan campos de golf como el de Izki, diseñado por el mismísimo Severiano Ballesteros junto al parque natural del mismo nombre.
Entre los parajes más hermosos y espectaculares hay que visitar el Salto del Nervión, que con sus 222 metros de desnivel puede presumir de ser el salto de agua más grande de España, y que además cuenta con un mirador de vistas espectaculares en su parte más elevada. No es la única cascada que se puede disfrutar en la provincia de Álava. En Goiuri encontramos otro salto, esta vez de 100 metros de altura, que también cuenta con hermosas vistas. El agua es también protagonista en las playas de interior que hay en la provincia, como las de Landa y Garaio, galardonadas con bandera azul.
Las playas de Garaio (Sur y Norte) se ubican en el embalse de Ullibarri-Gamboa, a sólo 15 km de Vitoria-Gasteiz. Juntas suman más de dos kilómetros y medio de longitud. Por su parte, la playa de Landa se encuentra en el parque del mismo nombre, y al igual que las de Garaio permiten disfrutar de un agradable baño en sus aguas. También es posible practicar deportes acuáticos –windsurf, vela, kayak, remo y pesca deportiva…– en estos y otros embalses, como los de Urrunaga, Albina o Maroño.
La naturaleza y la mano del hombre han dado lugar a un paisaje insólito y espectacular que parece sacado de un mundo de fantasía: el Valle Salado de Añana, en Salinas de Añana, a sólo 30 km de Vitoria-Gasteiz. Este enclave ha sido un lugar de explotación salina desde hace al menos 7.000 años, aunque fue en época romana cuando se comenzó a utilizar el sistema de evaporación natural que sigue utilizándose hoy en día. Gracias al agua que emerge de cuatro manantiales con un altísimo grado de salinidad, el Valle Salado ha permitido la explotación de este mineral durante milenios, dejando una riqueza que no deriva únicamente del comercio de la propia sal, sino también un tesoro arquitectónico, una biodiversidad única y un modo de explotación sostenible.
En la actualidad el valle salado se puede recorrer con unas didácticas visitas guiadas que permiten descubrir la historia del paraje y sus hermosos paisajes, pero también disfrutar de otras actividades, como catas de sal, talleres en los que convertirse en salinero por un día o aprovechar las propiedades terapéuticas de un original spa salino.
Más información: Turismo de Álava