Esta región suiza, situada en lo más alto del cantón de Berna, es un auténtico paraíso alpino repleto de hitos para los amantes del deporte y la naturaleza.
«No estamos aquí para relajarnos, sino para hacer senderismo por Suiza». Al igual que le sucede a cientos de miles de visitantes en la actualidad, Goethe –autor de la frase anterior– tenía claro que a la región suiza de Jungfrau, en el cantón de Berna, hay que acudir con ánimo de aventura y ganas de ejercitar el cuerpo.
En tiempos del célebre poeta y naturalista alemán no había vuelos en parapente, vías ferratas ni otros deportes extremos de alta montaña, pero para su espíritu romántico, la contemplación de los sobrecogedores paisajes alpinos, las rutas senderistas y algunos tímidos intentos de escalada, suponían un auténtico “chute” de emociones fuertes.
Goethe fue un enamorado de este bello rincón del Oberland bernés, como demuestra el hecho de que viajara hasta allí en varias ocasiones, siempre acompañado de buenos amigos. Juntos recorrieron parte de la región bajo la atenta mirada de sus picos más emblemáticos: el Jungfrau (La doncella, en alemán), el Eiger (Ogro) y el Mönch (Monje), la misma estampa que recibe hoy a los turistas que se dejan seducir por la bucólica región suiza.
En nuestros días uno puede acudir hasta aquí en busca de emociones fuertes, o para practicar el esquí en sus estupendas estaciones, pero tampoco faltan actividades más sosegadas, como agradables paseos, relajantes cruceros o ascensos en teleférico para admirar los impresionantes paisajes.
Una de las primeras cosas que se descubre al llegar a Interlaken –uno de los principales centros turísticos de la región– es que es una auténtica meca para los amantes del parapente. Desde el amanecer y hasta la puesta de sol, cientos de telas multicolores descienden una y otra vez desde las montañas, surcando los cielos y regalando a sus “tripulantes” –se puede realizar un vuelo “biplaza” con un experto– una experiencia excitante y con vistas incomparables de la región.
No es la única forma de descubrir Interlaken desde las xalturas. Gracias a un moderno tren-cremallera, es posible ascender hasta lo alto de Harder Kulm, una montaña cuya cima alcanza los 1.323 metros. Desde sus miradores y su restaurante, Interlaken y los lagos que la abrazan (el Brienz y el Thun) parecen diminutas y detalladas maquetas a los pies del Jungfrau, el Eiger y el Monje.
De nuevo en lo más bajo del valle, se puede completar la jornada embarcando en alguno de los barcos que realizan cruceros por los lagos que rodean a la localidad. Quizá el que ofrece paisajes más vistosos es el que surca las aguas del Thun, con paradas en distintas poblaciones que conforman estampas de lo más pintorescas.
Ascenso a Jungfraujoch
La han bautizado como “la cima de Europa”, y aunque en realidad no es el rincón más alto del continente, sí puede presumir de ser la estación de ferrocarril europea ubicada en una ubicación más elevada (y sin duda con mejores vistas). Situada a nada menos que 3.454 m sobre el nivel del mar, para llegar hasta Jungfraujoch hay que tomar un teleférico y varios trenes.
El último de ellos penetra durante siete kilómetros en las entrañas del Eiger y el Monje, para después salir de nuevo a la luz del día en un escenario fabuloso formado por un gigantesco tapiz de hielo, nieve y rocas colosales. Semejante espectáculo, declarado Patrimonio de la Humanidad, se puede divisar desde el mirador Sphinx, que regala vistas del glaciar Aletsch, el más grande de los Alpes, con unos 20 km de longitud y unos 80 km2 de superficie. ¿Más vistas incomparables? Las que pueden contemplarse desde el restaurante Crystal mientras se disfruta de una típica y sabrosa fondue.
Bajo la mirada del Eiger
La ciudad de Grindelwald parece construida para adorar al Eiger, ese temible “ogro” que se ha cobrado la vida de un buen número de alpinistas, y cuya cara norte se muestra imponente ante la localidad. Sin duda alguna, esta temible montaña es un auténtico imán que atrae a buena parte de los visitantes, aunque esta cima no es, ni de lejos, el único de sus atractivos.
Uno de los rincones más vistosos y sorprendentes es el que forman las gargantas del glaciar Grindelwald inferior, creado por la fuerza del hielo durante millones de años. Hoy este espectacular tajo en la montaña se puede recorrer sin dificultad gracias a túneles y pasarelas practicadas en la roca, y ofrece curiosidades como una red gigantesca que permite “sobrevolar” el río Lütschine.
A Goethe le gustaban las emociones fuertes, y sin duda habría disfrutado como un niño de haber visitado la localidad en nuestros días. En Grindelwald-First, a 2.168 metros de altura, los más atrevidos tienen dónde elegir: hay una sobrecogedora pasarela con vistas que cortan la respiración, tirolinas que sobrepasan los 80 km/h, karts de montaña para deslizarse por sinuosas curvas e incluso patinetes que ruedan a toda velocidad por las pistas más empinadas de la región. Diversión y adrenalina garantizadas.
Más información: Turismo de Suiza | Jungfrau Top of Europe
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