El corazón de Castilla guarda en sus entrañas los secretos del vino rosado, pero también un apasionante recorrido por tierras repletas de monasterios y castillos.
La provincia de Valladolid es tierra de vinos, como bien demuestra la presencia de muchos de sus municipios en las apreciadas denominaciones de origen de Rueda, Ribera del Duero y Cigales. Esta última es célebre por ser la “cuna del clarete” (hoy sería más apropiado hablar de rosado, aunque los vecinos sigan llamándole clarete), cuya producción se remonta nada menos que al siglo X y llegó a seducir a los paladares más exigentes, pues fue el elegido por la corte de Felipe III cuando ésta se trasladó a Valladolid a comienzos del XVII.
Aquí, en plena comarca de la Campiña del Pisuerga, a la que pertenecen la mayor parte de los municipios de la Ruta de Cigales, vino e historia conviven en un peculiar maridaje que convierte a la región en un atractivo destino enoturístico donde no faltan notables muestras de patrimonio, naturaleza y una deliciosa –y contundente– gastronomía.
Conviene comenzar la ruta visitando alguna de las bodegas tradicionales (hay más de 1.400 en los 20 barrios de bodegas de la ruta) que dieron origen a los rosados de la comarca. En Cigales, localidad que da nombre a la denominación de origen, puede visitarse una bodega subterránea que desciende a 9 metros de profundidad y que conserva un lagar con una enorme viga romana de 18 metros.
En el cercano municipio de Mucientes también podemos visitar el Museo del Vino, un centro de interpretación ubicado en dos bodegas subterráneas del siglo XVI, donde se explica cómo era el proceso de elaboración en estos recintos.
De nuevo en Cigales, localidad donde nació la emperatriz Ana de Austria –esposa de Luis XIII de Francia–, y en la que residió José I Bonaparte (dicen las malas lenguas que fue aquí donde recibió su apodo de Pepe Botella, por su descontrolada afición al vino), hay también bodegas modernas, como la de Finca Museum, que organiza visitas a sus viñedos e instalaciones, con cata y aperitivo incluidos. En la localidad hay también importantes ejemplos de patrimonio, como la iglesia de Santiago, un templo de época renacentista que se conoce popularmente como “la catedral del vino”.
En Fuensaldaña, a sólo 6 kilómetros de Valladolid, hay que hacer una parada para visitar su castillo, una imponente construcción del siglo XV que fue parador de turismo y sede de las Cortes de Castilla y León hasta 2007. La construcción, que perteneció a la poderosa familia de los Vivero, es hoy un interesante y didáctico centro de interpretación de los castillos, perfecto para informarse antes de visitar los numerosos ejemplos que hay en toda la provincia.
En Valoria la Buena hay también opciones de turismo enológico, como la que ofrecen en Concejo Bodegas, donde es posible realizar una visita en 4×4 que recorre tres paisajes de gran belleza, y que incluye una cata con tapa en cada uno de ellos.
También podemos descubrir otros tesoros de la zona, como su miel, visitando el Aula de las Abejas del Cerrato, donde no sólo explican todos los secretos de la vida de estos afanosos insectos, sino que además nos ofrecen la posibilidad de convertirnos en apicultores por un día.
Valoria es también un lugar inmejorable para degustar la gastronomía de la región; por ejemplo, en el restaurante El Sueño del General –parte de Concejo Hospedería, en un palacio del siglo XVII–, con especialidades como los bombones de morcilla o las croquetas de lechazo.
Los más activos tienen también opciones de sobra: hay paseos en bici por el entorno del Canal de Castilla –y recorridos en piragua por sus aguas, para los más atrevidos–, siguiendo una ruta entre Cabezón de Pisuerga, Corcos y el monasterio de Santa María de Palazuelos, un antiguo cenobio cisterciense que visitaron Felipe II y Felipe IV, y que tras su restauración en 2012 acoge visitas turísticas, espectáculos musicales y exposiciones.
Y hablando de monasterios: no puede faltar una visita al de San Isidro, en Dueñas –la única localidad palentina que forma parte de la ruta–, popularmente conocido como La Trapa. Este recinto monástico, en otro tiempo uno de los cenobios más importantes de la Península, está hoy habitado por monjes cistercienses, los mismos que en el siglo XIX se hicieron famosos por sus chocolates. Hoy se fabrican en una factoría al otro lado de la carretera, donde se elaboran también turrones y bombones. Vino y chocolate, ¿puede haber mejor combinación para aderezar un viaje?
Más información: Ruta del vino de Cigales