Conozco al fotoperiodista Ángel López Soto desde hace más de una década y, pese al tiempo transcurrido y tras muchos viajes, reportajes y unas cuantas aventuras juntos, en todos estos años no ha dejado de sorprenderme la profunda sensibilidad y humanidad de su mirada fotográfica. No importa si el objeto de su trabajo son las devastadoras sequías etíopes, la dura vida de los refugiados en Atenas, la cruda experiencia de las mujeres indias atacadas con ácido o la emotiva historia del hospital para elefantes mutilados por culpa de minas antipersona en Tailandia: en cualquier caso sus imágenes destilan siempre honestidad y una belleza conmovedora.
López Soto tuvo su primer encuentro con un grupo de exiliados tibetanos en 1997, en un centro de acogida de Katmandú (Nepal), hasta donde habían llegado huyendo de su patria, invadida por China desde 1950. Muchos de aquellos exiliados mostraban las secuelas del terrible viaje, realizado bajo los rigores del inclemente invierno de aquellas latitudes, con temperaturas de muchas cifras bajo cero a altitudes que superan los 6.000 m, tormentas de nieve y ventiscas. Como resultado de aquella travesía infernal, muchos –niños incluidos–, mostraban signos de congelación en manos y pies. Pero ni siquiera todo aquel sufrimiento –ellos eran afortunados, pues el resto del grupo había perdido la vida durante la huída– había conseguido borrar la sonrisa de su rostro.
Aquel encuentro causó una honda impresión en el fotógrafo hispano-argentino, que desde entonces ha dedicado más de 20 años y una treintena de viajes a la región del Himalaya –además de otros a Canadá y varios países europeos– para documentar la diáspora del pueblo tibetano, que ha forzado al exilio a cerca de 150.000 personas. El resultado de este trabajo –miles de fotos y numerosos fotorreportajes– está resumido en la exposición Tíbet. Una cultura amenazada, que se inauguró el pasado 13 de enero y que puede verse hasta el próximo 4 de abril (tras prorrogarse en dos ocasiones) en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid.
La muestra reúne decenas de fotos de algunos de los refugiados y presos políticos que hoy se cobijan en India, Nepal y otros países, retratos que han conseguido captar el alma de estos hombres y mujeres en el exilio, pero también la belleza de los paisajes, templos y monasterios de una de las regiones más exóticas, hermosas y cautivadoras del planeta. Además, la exposición incluye también textos del cineasta Gerardo Olivares, el profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales José Elías Esteve Moltó o el escritor y periodista Javier Moro, además de otros del propio López Soto.
Fundador de Gea Photowords (asociación de fotógrafos, periodistas, cineastas y escritores interesada en temas medioambientales, los Derechos Humanos y la diversidad de nuestro mundo en todas sus formas y aspectos) junto al fotógrafo Alfons Rodríguez y al periodista Juan Carlos de la Cal, Ángel López Soto ha realizado numerosos trabajos y proyectos en colaboración con organizaciones humanitarias y oenegés como Unicef, Ayuda en Acción, Cruz Roja o la Fundación Vicente Ferrer, entre otras.
En 2020 fue galardonado con el Premio Emilio Castelar de compromiso social por su larga trayectoria dando visibilidad a los sectores más desfavorecidos, y también fue premiado con un Sony World Photography Awards por su serie sobre luchadores senegaleses. Ambos premios se suman a una larga lista de reconocimientos a su carrera, entre los que destacan el Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña de Médicos del Mundo, y una mención de honor en los International Photography Awards (IPA).
* Tíbet. Una cultura amenazada. (Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. Pza. Colón, 2). Entrada gratuita hasta completar el aforo. Horario: de 16:30 a 18:30h de martes a domingos. También se realizan visitas guiadas en compañía del autor fuera del horario habitual.
Más información: Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa
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