Cada agosto, el pequeño pueblo burgalés de Atapuerca se viste de Edad Media. En la ladera donde hace casi mil años dos reyes hermanos se enfrentaron por el destino de Castilla, hoy los vecinos devuelven la vida a una de las batallas más decisivas de la historia peninsular. La recreación histórica convierte esta tranquila localidad en un escenario vibrante donde el pasado late de nuevo entre tambores, pendones y espadas.
El nombre de Atapuerca nos transporta, casi por instinto, a un pasado remotísimo. A las galerías y simas de su sierra, declaradas Patrimonio de la Humanidad, que custodian los secretos del Homo antecessor y nos permiten rastrear la evolución de los primeros europeos desde hace un millón de años. Sin embargo, en estas mismas tierras burgalesas, impregnadas del aroma a espliego, romero y tomillo, se escribió hace casi un milenio otro capítulo crucial, no de la Prehistoria, sino de la historia de España. Fue un episodio de ambición, sangre y familia; una batalla fratricida que cambió para siempre el destino de Castilla.
Cada mes de agosto, cuando el sol del atardecer tiñe de ocre las laderas de la iglesia de San Martín, el estruendo de las espadas y el fragor de la lucha vuelven a resonar en el valle. No son fantasmas del pasado, sino la pasión de un pueblo entero que revive la Batalla de Atapuerca, una de las recreaciones históricas más emocionantes del país, que transforma este rincón del Camino de Santiago en un vibrante escenario medieval.
Un reino dividido, una guerra fratricida
El origen de la contienda del 1 de septiembre de 1054 se encuentra en el reparto de dominios que Sancho III el Mayor hizo entre sus hijos en 1035. García Sánchez III heredó el reino de Pamplona, mientras que su hermano Fernando recibió un mermado Condado de Castilla.
La tensión entre ambos se agravó por una promesa rota. Años antes, en la Batalla de Tamarón (1037), Fernando había contado con la ayuda de García para derrotar al rey de León, prometiéndole a cambio territorios castellanos fronterizos, entre los que se encontraba Atapuerca. Tras la victoria, Fernando se coronó rey leonés, pero la deuda territorial con su hermano quedó sin saldar.
En 1054, un consolidado Fernando I reclamó esas tierras para engrandecer Castilla. Ante la negativa de García, la enemistad personal, ya avivada por afrentas anteriores, hizo inevitable la guerra. Sus ejércitos se encontraron en la llanura de Atapuerca, donde se libró un combate cuerpo a cuerpo con espadas, hachas y lanzas.
La muerte del rey García en la batalla está rodeada de misterio. Una versión popular apunta a la traición de su noble Sancho Fortún, quien lo habría matado en venganza por una afrenta del rey a su esposa, Velasquita. Otras crónicas, en cambio, atribuyen el regicidio a nobles leoneses que, desobedeciendo a Fernando, buscaban vengar a su antiguo monarca.
García murió en la contienda, según la tradición, en los brazos de san Íñigo. Tras la victoria, Fernando I permitió los honores fúnebres para su hermano y se anexionó los territorios disputados, sentando así las bases del futuro reino de Castilla. La tradición local aún marca el supuesto lugar de la muerte del rey navarro con una gran piedra conocida como “Fin de rey”.
La historia revive en las laderas de San Martín
Casi mil años después, en 1996, la Asociación Amigos de Atapuerca decidió que una historia tan trascendental no podía quedar solo en los libros. Así nació la representación histórica, un proyecto que, desde el voluntariado y el esfuerzo colectivo, ha crecido hasta convertirse en una Fiesta de Interés Turístico de Castilla y León y una cita ineludible del verano burgalés, que este año alcanza su 30ª edición, consolidándose como una de las recreaciones históricas más veteranas y reconocidas de España.
Cada penúltimo domingo de agosto (este año es el día 24), la ladera junto a la iglesia fortaleza de San Martín se transforma en un graderío natural para los entre 4.000 y 5.000 espectadores que acuden a presenciar el espectáculo. A partir de las 18:30 h, más de un centenar de actores aficionados y voluntarios del pueblo, junto a asociaciones de recreación de toda España, dan vida a los protagonistas de esta historia.
Con una cuidada puesta en escena, música y diálogos en directo, la representación narra los antecedentes, las intrigas palaciegas y el fragor de la batalla en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos. Es un evento gratuito, al aire libre y para todos los públicos, que apuesta por el desarrollo rural a través de la cultura y el turismo.
Pero la fiesta va mucho más allá del acto central. Desde días antes, el ambiente medieval se apodera de la zona. El fin de semana de la batalla, Atapuerca se convierte en un hervidero de actividad. En la plaza del pueblo se instala un pequeño mercado medieval con puestos de artesanía y viandas. Hay desfiles de los ejércitos, exhibiciones de lucha, torneos de caballeros, talleres educativos de cestería, espectáculos de música folk y actividades especiales para los más pequeños, que pueden aprender a construir castillos o diseñar sus propios banderines.
Para quien desee profundizar en los hechos históricos antes o después de la representación, el pueblo cuenta con el Centro Turístico Cultural Batalla de Atapuerca. Este espacio interpretativo, creado con la participación de los propios vecinos, permite al visitante conocer en detalle los pormenores del enfrentamiento a través de paneles, recursos digitales, indumentaria y equipamiento de la época.