Además de su fascinante capital, la República Checa esconde ciudades detenidas en el tiempo, paisajes que parecen sacados de un cuento y palacios con historias dormidas en sus muros.
A solo unas horas de la capital checa se despliegan rincones silenciosos, cargados de historia y autenticidad. Esta primavera, proponemos siete escapadas que huyen de los caminos trillados para redescubrir una Chequia más íntima y sensorial, perfecta para quien viaja con la brújula del asombro.
Telč: una postal renacentista viva
Si Telč no fuera real, habría que inventarla. Esta joya de la región de Vysočina parece surgida de un sueño italiano atrapado al norte de los Alpes. Su Plaza Mayor, custodiada por casas de colores pastel con arcadas y tejados esbeltos, es un compendio de arquitectura renacentista tan perfecto que cuesta creer que aún no la haya invadido el turismo masivo.

El castillo —transformado en palacio por Zacarías de Hradec tras un viaje inspirador a Génova— es una cápsula del tiempo: techos artesonados, salas temáticas como la de los Caballeros o la Africana, y una atmósfera donde todo parece conservar su eco original. A su alrededor, estanques y senderos verdes extienden la invitación a explorar otras perlas renacentistas como Jindřichův Hradec o Slavonice.
České Budějovice: cerveza, historia y plaza perfecta
En Bohemia del Sur, České Budějovice vibra al ritmo pausado de sus fuentes y leyendas. Su enorme plaza Přemysl Otakar II —una hectárea exacta— es una lección de geometría urbana, flanqueada por casas barrocas, el Ayuntamiento y la fuente de Sansón. Muy cerca, la catedral de San Nicolás y la Torre Negra —cargada de historias fantasmales relacionadas con la mismísima Parca— refuerzan su aura mística.

Pero esta ciudad no se entiende sin su cerveza. La Budějovický Budvar —auténtica y ancestral, nada que ver con la marca homónima estadounidense— se sirve desde hace siglos en tabernas como Masné krámy, donde cada sorbo parece narrar un capítulo de su historia.
Paraíso de Bohemia: rocas, castillos y fantasía natural
Český ráj, el «Paraíso de Bohemia», es uno de esos lugares que justifican por sí solos un viaje. Primer geoparque de la Unesco en el país, es un territorio de areniscas esculpidas por el viento, castillos románticos y senderos que serpentean entre formaciones rocosas con nombres tan fantásticos como «diente de dragón» o «director de orquesta».

Desde las ruinas volcánicas del castillo de Trosky hasta los refinados salones del palacio de Hrubá Skála, el paisaje se transforma en un tablero de cuento. Y en cada recodo, una historia esperando ser contada.
Šumava: el bosque profundo de Europa
En el suroeste del país, el Parque Nacional de Šumava parece diseñado por la naturaleza para el silencio. Allí, los lagos glaciares Černé jezero y Čertovo jezero reflejan el cielo entre bosques espolvoreados de leyendas. La catarata Bílá strž cae con la elegancia de lo oculto, y en la Selva de Boubín, los árboles caídos y el musgo cuentan secretos de siglos sin presencia humana.

Es también tierra de turberas y pantanos helados, como los de la ruta Tříjezerní slať, y del gigantesco pantano de Lipno, donde se puede pasear por pasarelas que rozan las copas de los árboles. Un mundo donde el tiempo se arruga y la respiración se vuelve honda.
Terezín: la herida que no se olvida
No todo en este viaje es belleza serena. También hay espacio para la memoria y la reflexión. En Terezín, una fortaleza barroca transformada por los nazis en gueto y campo de concentración, la historia se muestra sin maquillaje. Entre sus muros vivieron —y murieron— miles de personas. Y también florecieron el arte, la música, el teatro y la esperanza como formas de resistencia.

La visita al Museo del Gueto, la Pequeña Fortaleza o la capilla del cuartel de Magdeburgo conmueve profundamente. Nombres como los de las hermanas de Sigmund Freud o la filóloga Elise Richter resuenan entre pasillos donde cada piedra parece recordar.
Konopiště: el palacio del heredero
En medio de un paisaje de jardines y rosales, Konopiště es un palacio con historia de novela. Última residencia del archiduque Francisco Fernando —cuya muerte en Sarajevo fue el pistoletazo de salida de la I Guerra Mundial—, el lugar conserva detalles domésticos y lujosos por igual: ascensores eléctricos pioneros, gabinetes italianos, o una galería de trofeos de caza con ambiciones imperiales.

La armería, una de las mayores colecciones privadas de Europa en su clase, y la colección de retratos de San Jorge que quiso rivalizar con la del monarca británico, revelan la obsesión de un hombre que vivía entre el poder y el capricho.
Mělník: vino, vistas y reinas
Donde el Moldava se encuentra con el Elba, se alza el palacio de Mělník, majestuosa atalaya renacentista con vistas al viñedo de Santa Ludmila. Este lugar ha sido hogar de 23 reinas y princesas, y hoy sigue perteneciendo a la familia Lobkowicz. En su interior, mapas históricos, vedute y muebles antiguos dialogan con la historia.

En sus bodegas se elabora el vino Ludmila, blanco, delicado y exclusivo. Y desde su torre se admira una de las panorámicas más hermosas del país, con el monte Říp al fondo, donde —según la leyenda— nació la nación checa. Tampoco hay que perderse una visita a la cercana iglesia de San Pedro y San Pablo, en cuya cripta se conserva uno de los mayores osarios del país, que reúne las osamentas de nada menos que unas 15.000 personas…
Más información: Visitczechia.com