Piscinas naturales, arte monumental y playas de postal en el municipio más salinero de Ibiza, un auténtico festín para los sentidos y un paraíso para cualquier fotógrafo
En el suroeste de Ibiza, donde la costa se funde con los colores del atardecer y el arte se confunde con la naturaleza, se extiende Sant Josep de sa Talaia, un rincón que parece hecho a medida para los amantes de la fotografía y la belleza en estado puro. Entre acantilados de arcilla roja, esculturas que evocan antiguos calendarios astronómicos y salinas centenarias que tiñen el paisaje de blanco, este municipio invita a mirar el mundo con otros ojos. Basta con tener la cámara a mano —o simplemente dejarse llevar por la mirada— para descubrir que aquí cada lugar es una postal en potencia.
1. Punta de sa Pedrera: una escultura natural tallada por el mar

Antiguas canteras de piedra marés que hoy se llenan de agua salada y crean láminas tan brillantes como espejos. En Punta de sa Pedrera, la geología y el mar han dado forma a un lienzo cambiante, donde las piscinas naturales aparecen entre las rocas como caprichos de otro mundo. No es raro ver a visitantes —y también a locales— encaramados sobre las formaciones rocosas con una cámara en mano, buscando capturar ese instante en que el agua se tiñe del azul más transparente bajo la luz del sol.
2. Cala Comte: el sol se despide aquí

Cala Comte (o Cala Conta) es el lugar donde el sol se despide con más teatralidad. Sus aguas turquesas, la arena dorada y las vistas a islotes como Sa Conillera o s’Illa des Bosc hacen de esta playa un clásico ibicenco. Pero lo que la convierte en un imán para cámaras y teléfonos móviles es el espectáculo diario del atardecer. Desde la orilla o en alguno de los bares cercanos, es imposible no quedarse hipnotizado ante esa bola de fuego que se hunde lentamente en el mar, tiñendo todo de dorado, rosa y violeta. Una escena tan perfecta que parece irreal.
3. Sa Caleta: la historia emerge entre los acantilados

A primera vista, Sa Caleta es una cala recogida, de aguas tranquilas y rodeada por acantilados rojizos que contrastan con el azul del mar. Pero lo que muchos no saben es que aquí empezó todo. Literalmente. Entre sus rocas se esconde un yacimiento fenicio del siglo VII a.C., considerado el primer asentamiento urbano de la isla y declarado Patrimonio de la Humanidad. Pasear por este enclave es como hacer un viaje en el tiempo: las antiguas casetas de pescadores, la pasarela de madera que recorre los acantilados, el olor a salitre y marisco recién hecho del cercano restaurante… todo invita a detenerse, respirar hondo y disparar la cámara.
4. Time & Space: el Stonehenge de Ibiza

Cerca de Cala Llentia, entre pinos y caminos de tierra, aparece una escultura monumental que pocos esperan encontrar: trece columnas de basalto, dispuestas como si orbitaran alrededor del sol. Esta obra del artista Andrew Rogers, conocida como Time & Space, ha sido bautizada como el «Stonehenge ibicenco» por su alineación mística y su poderoso simbolismo. En el centro, una columna coronada en oro de 23 quilates representa al astro rey. Muy cerca, dos enormes puertas de madera —Las Puertas de Cala Llentía— enmarcan la silueta de Es Vedrà, creando un escenario digno de película (o de portada de revista).
5. Parque Natural de ses Salines: sal, flamencos y patrimonio

Si existe un lugar que condensa toda la magia de la isla, ese es el Parque Natural de ses Salines. Aquí, donde se recoge sal desde hace siglos, la naturaleza se expresa con fuerza y belleza. Las praderas submarinas de posidonia —vitales para la pureza del agua— se combinan con humedales que acogen aves migratorias, como los flamencos, que tiñen el cielo de rosa al levantar el vuelo. A pie o en bici, es posible recorrer senderos que conducen a playas como Ses Salines o a torres defensivas como la de Ses Portes, donde el horizonte se convierte en protagonista. Cada rincón es una promesa de foto perfecta.
Más información: Sant Josep de Sa Talaia