Durante los primeros días de este mes de octubre de 2025, el corazón de los Andes venezolanos se convirtió en el epicentro mundial del turismo ornitológico con la celebración del I Congreso Mundial de Aviturismo, un evento internacional que reunió a especialistas, fotógrafos, guías ornitológicos y amantes de las aves procedentes de distintos países, en un encuentro que marcó un hito para la conservación y la promoción del turismo de naturaleza en América Latina y sobre todo en este hermoso país bañado por las aguas del Mar Caribe.
El evento se celebró en las espectaculares instalaciones del teleférico Mukumbarí (el más alto del mundo), en la frondosa y colorida ciudad de Mérida, una joya de la ingeniería (data de la época de Marcos Pérez Jiménez, 1952) que se eleva sobre distintos pisos altitudinales hacia las nubes, ofreciendo una de las vistas más imponentes de todo el continente, en la cumbre del Pico Espejo.
Allí, entre montañas semihúmedas y una densa neblina descosida por un sol dorado, se respiraba entusiasmo: el de un país que empieza a redescubrir su inmenso potencial como destino de avifauna y biodiversidad.
Todo un país latiendo al ritmo de sus aves
La experiencia fue mucho más que un congreso. Entre ponencias, salidas de campo y encuentros profesionales, vivimos momentos de profunda conexión con el territorio y su riqueza natural.
Visitamos la Casa del Ángel del Sol, un espacio de conocimiento y avipasión enclavado en la montaña, donde celebramos parte del Global Big Day, el gran conteo mundial de aves que coincide con el Día Mundial de las Aves Migratorias. Aquel amanecer en Mérida entre La Sierra Nevada y la Sierra de la Culata, nos vimos sorprendidos al encontrarnos rodeados de colibríes, tángaras, zopilotes y chivitos (Oxypogon lindenii), con un cielo en constante movimiento, que resultó ser la mejor metáfora de lo que allí se estaba gestando: un vuelo colectivo hacia un futuro sostenible en derredor a los dueños del cielo, las aves.
Tras los días de comunión y congreso en Mérida el recorrido de nuestro viaje continuó hacia uno de los fenómenos más sobrecogedores del continente y del mundo: el Relámpago del Catatumbo, visible incluso desde el Pico Espejo (última parada del Mukumbarí, a 4765 m.s.n.m.), donde descubrimos la potencia serena pero imponente de la naturaleza de este fenómeno, instalados en unos espectaculares palafitos, que eran mecidos por las mansas aguas del Lago de Maracaibo, el mayor del Sudamérica.
Antes de emprender esa aventura, con la que (debo confesar) llevaba soñando desde mi infancia, conocimos las instalaciones de Junihotel, un precioso hotel boutique + finca, donde en apenas una hora y media y medio kilómetro recorrido pudimos observar más de 50 especies de aves, muchas de ellas LIFER para mí. Es aquí, en estos pequeños enclaves, cuando se hace palpable la conservación como motor del cambio. Gracias a una visión amplia, colectiva y humilde, que entiende a los seres humanos como un eslabón de la cadena, y a la naturaleza como soporte vital básico y no un recurso ilimitado para explotar.
PROTIP: El safari en barca desde Puerto Concha hasta los palafitos del Relámpago es una experiencia enriquecedora y serena, en la que se surcan las mansas aguas de un entrante de agua del impresionante Lago de Maracaibo, en un recorrido algo inferior a los 10 km que transcurre en una deliciosa observación de vida, no solo pájaros, que es sazonada con el vuelo de enormes bandadas de loros, periquitos, vencejos y demás aves que habitan esta zona del país.
Tras pasar la noche al albur del rayo sin trueno partimos hacia el estado Táchira, donde exploramos enclaves naturales de enorme valor ecológico y humano, como la Hacienda Los Almendros, un excelente ejemplo de refugio para la fauna y onírico modelo de turismo responsable que integra producción, conservación y hospitalidad. En esa zona de los llanos altos, disfrutamos viendo cómo la iniciativa privada va a la vanguardia desde la concepción del turismo de naturaleza como fuente de riqueza, de comunidad, de integración y de respeto… en resumidas cuentas, de FUTURO SOSTENIBLE.
Nuestra penúltima parada en el viaje fue al impresionante paraje de Canaima, tierra de tepuyes y cascadas infinitas, donde el vuelo de las aves se confunde con el eco de las aguas. Cascadas de película y la embriagadora fuerza de una naturaleza aún prístina que rugía con fuerza sin alterar el paisaje ante nuestros ojos, moldeando un flujo constante de vida y belleza. Mágico y sobrecogedor a partes iguales.
Fue un cierre perfecto para una travesía que combinó ciencia, emoción y belleza en estado puro.
Hacia un nuevo horizonte de turismo y conservación
El congreso no solo sirvió para compartir experiencias y proyectos, sino también para tender puentes. Venezuela se mostró como un destino seguro y prácticamente virgen, con una biodiversidad apabullante y un deseo genuino de fortalecer su red de turismo sostenible. En cada región visitada encontramos personas comprometidas con la conservación: guías locales, gestores de fincas, investigadores, fotógrafos y funcionarios que creen en el poder transformador del ecoturismo.
El Ministerio del Poder Popular para el Turismo, con la doctora y ministra Leticia Gómez al frente, desempeñó un papel esencial, mostrando un liderazgo cercano y honestamente comprometido que permitió no solo la realización del evento, sino también su repercusión mediática y su proyección internacional. Gracias a su esfuerzo y al de todo el equipo humano que la acompañó, el congreso se convirtió en una auténtica celebración de la naturaleza y de las oportunidades que ofrece Venezuela como destino emergente para el aviturismo, destacando entre todas ellas la de «La Gran Colombia», una hermandad que une no sólo históricamente sino también biológicamente a los dos países hermanos de Colombia y Venezuela, en una comunión que cristaliza en el claim «Dos países y un destino», en alusión al corredor turístico que une ambos países y que se superpone al corredor biológico que los une de manera ecológica desde hace milenios.
Una llamada a seguir volando
Regresamos todos los participantes (de más de 10 países diferentes) con la certeza de haber sido testigos de algo importante. De un punto de partida. Venezuela posee algunos de los ecosistemas más ricos y mejor conservados del continente y el planeta, y su gente: amable, resiliente y apasionada, está lista para mostrarlos al mundo desde una mirada nueva: la del respeto, la paz y la sostenibilidad.
Como fotógrafa y socia de AEFONA, al igual que como tour leader y storyteller de vida salvaje, ha sido un honor formar parte de este encuentro histórico, donde las aves se convirtieron en símbolo de esperanza y de unión entre países, paisajes, biodiversidad y culturas.
Porque cuando la naturaleza vuelve a alzar el vuelo, todas, de alguna manera, aprendemos a volar con ella.
** No quiero dejar escapar la oportunidad de agradecer con todo mi cariño a la señora Maquelis Marcano, al señor Fabián Passariello de Proyecto Ave, a la señora Beatriz Ardila y a la señorita directora de comunicación Daniela Caraballo y todo su equipo humano, haber hecho esto posible.
2 comentarios
Magnifico relato, felicitaciones!
Excelente iniciativa, mejor viaje… Los seguimos esperando en la Venezuela por descubrir…