Segovia alberga muchos tesoros. Gran parte de ellos conocidos por el gran público, como su monumental arquitectura, donde brilla con luz propia la obra magna de la arquitectura romana, el acueducto; pero también obras con un carácter propio como las pertenecientes al famoso románico segoviano, donde a veces se entrelazan siglos de historia al perpetuar tierras sagradas durante generaciones.
Esa combinación hace de esta tierra polarizada entre un frío seco y un verano tórrido una zona de amplios contrastes. En los que, si se tiene la suerte de poder visitarla a menudo, se puede observar la variación de la extraordinaria gama cromática de los campos castellanos, oscilando entre un verde trébol brillante y un ocre tostado más terroso.

En estos campos, donde las primaveras se tiñen del amarillo chillón de las flores de colza, salpicadas por los lunares rojos de las amapolas, se dan cita cada temporada decenas de especies de aves que han encontrado en poblaciones coquetas y discretas de la provincia, su refugio.
Es en Cantalejo, con un extenso complejo lagunar, una de las muchas zonas que se engalana para recibir en los meses previos a la canícula a las aves estivales que vienen de África a criar, como son las oropéndolas, las abubillas, los abejarucos o los cernícalos primilla.
Estas aves, de diversos colores y formas, comparten los cielos del sur de Castilla y León con las aves rapaces de mayor porte del continente. Los buitres (leonados, negros y alimoches)… ubicándose precisamente en Segovia, junto a las Hoces del Río Duratón, la mayor colonia de buitre leonado de todo el viejo continente.

A escondidas
Como venimos observando en los últimos años, el declive de los cultivos del campo se ha acentuado en las últimas décadas, y es ahora, que la pandemia parece haber quedado en el olvido, cuando se está experimentando una tendencia al alza de iniciativas de ecoturismo y de restauración de los ecosistemas, optando por la salvaguarda de entornos y lugares que son de especial importancia para las aves y otros habitantes (también del reino vegetal y de los hongos).
Entre estas iniciativas de turismo eco-lógico, de esos que buscan seguir creando riqueza en la España vaciada que solo parece revivir en los cada vez más calurosos veranos, destaca la de Vultour Naturaleza, un compendio de acciones, actividades y ofertas que permiten conocer toda la región desde un punto de vista natural, permitiéndonos conocer a esos otros actores de la ecuación con sumo respeto y desde la privilegiada posición de los aguardos, ante los que la vida discurre sin preocupaciones ni molestias.

Es desde esos escondites desde los que observamos la vida privada de los animales, y hoy quiero compartir con vosotros algunas de las instantáneas de esas otras vidas que he podido observar y fotografiar detrás de un «cristal espía» sabiéndome invisible ante decenas y decenas de aves y otras criaturas de fábula.
Los hides de Vultour Naturaleza, situados estratégicamente en los alrededores de Cantalejo, son fruto de años de conocimiento del territorio y de un vínculo profundo con la fauna local. Diseñados con mimo y discreción, estos escondites permiten al visitante integrarse en el paisaje sin perturbar el equilibrio natural. La red de aguardos está pensada para ofrecer experiencias únicas durante todo el año, y van desde hides dedicados a rapaces carroñeras, con espectáculos sobrecogedores de buitres leonados, negros y alimoches (estos últimos ‘veraneantes’), hasta pequeñas casetas enfocadas a la observación de aves forestales o esteparias, como los abejarucos, la ganga ortega, el mochuelo o la siempre espléndida abubilla.

Uno de los grandes atractivos de estos hides es su cercanía a zonas de campeo y cría de especies en declive, que encuentran en estos paisajes cerealistas, con sus mosaicos de cultivos y linderos arbolados, un reducto de biodiversidad. La posibilidad de contemplar a tan escasa distancia escenas íntimas (un abejaruco cebando a su pareja, una carraca soleándose sobre un poste, un milano real sobrevolando las llanuras), transforma por completo la manera en que entendemos nuestro vínculo con la vida silvestre. Aquí, todo está entrelazado. Como hace generaciones.
Estos espacios no sólo están pensados para fotógrafos y ornitólogos, sino también para quien desee vivir un momento de contemplación profunda. Porque en el silencio del hide, donde el tiempo parece detenerse, se nos revela algo ‘obvio’ y esencial: la naturaleza no nos necesita, pero nosotros sí necesitamos volver a ella.

Del 30 de mayo al 1 de junio, ofreceré un taller en colaboración con Vultour Naturaleza en el que podréis vivir esta experiencia en primera persona. Durante esos días, tendremos la oportunidad de trabajar desde varios de sus hides especializados, según vuestras preferencias y objetivos: desde los coloridos abejarucos hasta el sigiloso y carismático mochuelo, pasando por las poderosas águilas reales o los discretos aláudidos que habitan las abiertas estepas de Castilla. Un fin de semana para reconectar con el territorio, aprender técnicas fotográficas en condiciones reales y compartir la pasión por las aves y su conservación en un entorno excepcional. Toda la información en pyctusmedia@gmail.com.