La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, maestra del blanco y negro y del simbolismo visual, ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025. Su obra, entre el documental y la poesía, transforma la realidad en un ritual de luz y sombra. Este verano, una gran exposición en Madrid invita a descubrir la profundidad de su mirada.
La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide ha sido distinguida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, un reconocimiento que la consagra como una de las miradas más poderosas e influyentes del arte contemporáneo. El jurado, presidido por Miguel Zugaza e integrado por personalidades del mundo de la cultura como Isabel Muñoz, María Pagés o Christina Rosenvinge, ha destacado su capacidad para «retratar la identidad de los pueblos con una poética visual inconfundible». La candidatura fue propuesta por el embajador de España en México, Juan Duarte Cuadrado, y resuelta de forma telemática, debido al reciente apagón que afectó a la Península Ibérica.
Con este galardón —que celebra su 45.ª edición—, Iturbide se suma a la lista de creadores que han sido distinguidos por su «labor de creación y perfeccionamiento» en el ámbito de las artes. El acto de entrega, presidido por los Reyes de España, tendrá lugar en octubre en Oviedo.

Una vida tras la cámara: biografía de una mirada única
Nacida en Ciudad de México en 1942, Graciela Iturbide no siempre soñó con ser fotógrafa. Su primer impulso fue el cine: en 1969 ingresó en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM con la intención de convertirse en directora. Pero entonces apareció Manuel Álvarez Bravo, figura tutelar de la fotografía latinoamericana, cuya obra y enseñanzas la desviaron hacia el universo de la imagen fija. Fue su asistente entre 1970 y 1971, y desde entonces, su carrera no dejó de crecer.
La obra de Iturbide es un canto a la identidad, al mito, al dolor y a la belleza. Desde los años 70 emprendió viajes por América Latina —especialmente Cuba y Panamá—, y fue comisionada por el Instituto Nacional Indigenista para documentar comunidades originarias como los seris del desierto de Sonora o las juchitecas de Oaxaca. De ahí surgirían imágenes icónicas como Mujer ángel o Magnolia, parte del volumen Juchitán de las mujeres, donde lo femenino se eleva a símbolo colectivo.

A lo largo de más de cinco décadas, ha capturado escenas en India, Madagascar, Alemania Oriental, Hungría o Estados Unidos. Su estilo documental, siempre en blanco y negro, se entrelaza con una dimensión poética que transforma objetos cotidianos en símbolos trascendentales. «La fotografía es un ritual. Salir con la cámara, observar, fotografiar los aspectos mitológicos de las personas, y luego ir a la oscuridad, a seleccionar las imágenes más simbólicas», ha declarado la autora.
Ha expuesto en instituciones como el Pompidou de París, el Getty de Los Ángeles, el MoMA de San Francisco o el Fotomuseum de Winterthur, y ha sido galardonada con premios como el W. Eugene Smith (1987), el PHotoESPAÑA (2010) o el William Klein de la Academia de Bellas Artes de Francia (2023). También es doctora honoris causa por el San Francisco Art Institute y Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.
“Cuando habla la luz”: una exposición imprescindible en Madrid
Para quienes deseen adentrarse en su universo visual, Madrid ofrece una oportunidad única este verano. Del 20 de junio al 14 de septiembre de 2025, la Fundación Casa de México en España acoge la exposición Graciela Iturbide. Cuando habla la luz, dentro del marco de PHotoEspaña.
Comisariada por Juan Rafael Coronel Rivera y en colaboración con Fomento Cultural Banamex, la muestra reúne 115 imágenes tomadas entre 1972 y 2017. Es un recorrido de 45 años por una obra que oscila entre lo real y lo onírico, lo documental y lo simbólico. En sus fotografías, el duelo convive con la celebración, la tradición se mezcla con lo marginal, y la mujer —en sus múltiples facetas— emerge como fuerza central.

La exposición incluye fotografías de la serie El baño de Frida, realizadas durante la reapertura del baño de la Casa Azul, santuario íntimo de Frida Kahlo. También aparecen retratos inquietantes de la propia autora: con serpientes emergiendo de su boca o pájaros muertos sobre los ojos. Una iconografía personal que desarma al espectador con su dolor y su belleza.
Lejos de los estereotipos exóticos, Iturbide retrata a las comunidades indígenas de México desde una perspectiva compleja y respetuosa. Su documentalismo nunca es frío; al contrario, parece empapado de un tiempo lento, de una paciencia ritual. Sus series, en su mayoría, se desarrollan a lo largo de años. Porque para Iturbide, fotografiar no es apresar la realidad, sino participar en su ceremonia.